Porque el tiempo pasa muy deprisa y estamos acostumbrados a esperar “el momento” y esperando y esperando pasa tu vida por delante sin que tengas la lucidez para montarte en ella. Nos dedicamos a esperar el gran día, la gran noche, el momento de nuestra vida, esa decisión que nos llevará por un mejor camino, esperamos que llegue esa persona que nos hipnotice, que llegue el día en que nos compremos nuestra casa, que tengamos nuestros hijos… La vida está llena de esperanza en un futuro, pero mientras miramos con la vista hacia el horizonte, nos estamos perdiendo ese segundo en el que nos sonrío nuestra persona, ese minuto en el que nos reímos en familia, esa noche en la que nos dijimos te quiero y miles de cosas más que solo recuerdas cuando ya no están.
Porque vivimos esperando algo mejor y nos olvidamos de que este momento puede ser el mejor de nuestra vida y no lo estamos disfrutando porque estamos ciegos. Porque podemos aspirar a más y, de hecho, debemos aspirar a más, pero no permitamos que los pequeños momentos pasen desapercibidos por estar mirando hacia el horizonte, porque en algún momento alcanzaremos el final del océano y veremos tierra y, tal vez para entonces, ya sea demasiado tarde para echar la vista atrás y aprovechar toda la inmensidad que nos rodeaba.
