miércoles, 22 de abril de 2020

Un eclipse

Me sentía fuera de sí, perdida entre la niebla, corría entre la bruma, buscando un halo de claridad, anhelando el calor de una mano que me agarrase y me sostuviese cuando no fuera capaz de levantarme. 

Tenía miedo, miedo a no encontrarme, y no poder volver a hallar la luz de la luna entre la oscuridad de la noche. Pesaba sobre mi el cansancio de la desesperanza, el tiempo fugaz a su paso y yo ciega por mis huellas. Mi único deseo, sentarme junto al árbol que creció y se secó, dormir y que al abrir los ojos la primavera llegase nuevamente a mi ser. El hielo del invierno congelaba mis sentidos, mi razón, y no existía abrigo ante una mirada llena de ansiedad y unos labios que perdieron su calidez ante los ojos que le acompañaban y le arrebataban su humedad. Y así me estremecí ante el último aliento de la noche. Un aliento que viene y va, que parece apagarse para de pronto, regresar con más fuerza. 

Esa noche no sería más que un eclipse; y como tal, hoy puedo decir que volvió a salir el sol.


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