Conduzco por la carretera mientras aún quedan algunos rayos de sol alumbrando el camino y pienso la belleza de ese atardecer que nunca volverá. El Sol pronto se esconderá otro día más pero su luz seguirá guiándome incluso en la noche. El calor tal vez desaparezca, pero él es capaz de trasladar todo su resplandor a la luna para que ésta le revele en su ausencia. Es una compleja armonía que nos permite seguir abriendo los ojos en la oscuridad, aunque ya no esté.
No seré yo esa gran estrella capaz de alumbrar a quien
necesita un poco de claridad, pero si puedo ser esa luna que se deja alcanzar
por un destello para mantener la llama viva de quien la mira. Así funciona el
mundo, todo gira en torno a uno mismo y a los demás para que las tinieblas nunca
tengan opción. La luna girando sobre sí misma y sobre la Tierra, la Tierra
girando alrededor del Sol y sobre sí misma, pero todos los movimientos componen
al final un complejo sistema rotatorio que hace perfecta la vida. Porque sin el
sol, la luna no podría alumbrar las noches, sin él no tendríamos calor para
vivir, pero sin la luna… qué sería del mar y sus mareas, y sin nosotros… para
qué existir un planeta.
Al final somos una pieza más del cosmos, pero nuestra
presencia importa, quizás no para todo el mundo, pero si para otra persona y
así sucesivamente hasta componer el verdadero valor de la humanidad. Así que si
no puedes ser el Sol para alguien, aprende a ser la Luna.
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