Qué ironía es saber que algo puede matarte y no dejar de quererlo; que para que unos vivan, otros deben morir, que la vida es el proceso para alcanzar la muerte y cada día estás más cerca de tu fin. ¿Y de qué sirven los recuerdos si me olvidé de lo que fue antes de mi y tras mi paso seré otra incógnita entre fósiles?
Qué ironía que la vida que comienza con nuestro propio
llanto, termina con el de los demás, que pensemos en viajar a Marte y sigamos
muriendo de hambre en el fondo sur. Que la luna sea un gran descubrimiento y no
tengamos cura para el sida. ¿Y de qué sirve correr si vas en dirección
contraria a la meta?
Qué ironía para el mundo ser uno entre millones si de todos ellos solo importas tú. ¿Y si todo fuera un sueño y el final es el despertador? ¿Y si todo fuera un experimento y tú el caso de éxito? ¿Y si tú eres el único capaz de diferenciarse de un robot y es por eso que no sabemos qué piensan o sienten de verdad los demás? Y si el cerebro no sirve de nada sin el corazón y el corazón sin el cerebro, ¿por qué hicieron tanta separación entre los pensamientos y los sentimientos?
Qué irónica es la realidad o… tal vez, no sea tan real esta
ironía.
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