domingo, 29 de marzo de 2020

Desaprendiendo a contar

Un, dos, tres... diez. Contamos una y otra vez que nos desesperamos. Noventa y ocho, noventa y nueve, cien... Y respiramos again.

Enseñamos a los niños a contar ovejas mientras nosotros desaprendimos a contar a los nuestros. Cada vez quedan menos a tu lado, pero también sabes que los que están se quedarán para seguir sumando. Contamos los días que nos quedan en esta casa en vez de contar aquellos que ya pasamos en este hogar. Miramos al horizonte ciegos por ver de nuevo otro amanecer en aquel acantilado sin pararnos a pensar en la hermosura de estas tardes de películas en familia, de las noches de juegos con amigos; amigos de verdad y otros que podrían llegar a sumar. Aquellos que dividen su tiempo, aprendieron a multiplicar el tuyo. Todos los que te conocen y te quieren dejaron de ver tus fallos, tus defectos para descubrirte a ti misma, porque los que se quedan, son tu oxígeno cuando te falta el aire y tu motor cuando vuelas bien alto. Que si les importas, dejarán de contar tus errores para poder contar tus victorias; te aceptarán por ser como eres y no supondrán un obstáculo en tu camino, pues si lo que pretenden es cambiarte, ese es tu limitante, toxina que te ahoga.

Coge ese tren, agárrate fuerte cuando lleguen las curvas, frena cuando vayas en dirección contraria, pero no olvides mantener el motor en marcha, que tu aliento sea el oxígeno de otros cuando lleguen al resultado de la ecuación. Reaprendemos a sumar, restando a los que dejaron de contar.


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