Los errores cometidos son los que nos hacen como persona; las experiencias vividas, buenas o malas, nos marcan una huella, una cicatriz que siempre que nos miremos ante el espejo, nos recordará quiénes somos. No siempre los atajos nos hacen llegar antes; ni el camino largo es el más llano, pero al final, miraremos hacia atrás y nos daremos cuenta que todo mereció la pena.
Hoy puedo decir que soy quien soy por aquellos que han pasado por mi vida y me han dejado esa huella o cicatriz. Muchas perdurarán toda mi vida, y otras, desaparecerán; pero sé que cuando miro mi reflejo, veo a alguien especial que es capaz de sonreír ante la adversidad, capaz de caminar sobre las aguas, capaz de luchar aun cuando la batalla parece perdida. Aquello que me hizo llorar es lo que hoy me da la fuerza para alcanzar mi libertad.
No tengas miedo a las heridas, si su sangre es la que correrá por tus venas.
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