Después de 30 años, te paras a mirar atrás; sólo 30 días especiales para soplar las velas, de los cuáles recuerdas una tercera parte, pero todo ese tiempo pasó, lo viviste y; sin embargo, no recuerdas cada segundo. Al final, tus recuerdos son tu propio disco duro en el que vas almacenando aquellos momentos significativos, en el que vas guardando en carpetas aquellos instantes llenos de felicidad; pero también de dolor; porque a veces, nos gusta abrir esas imágenes, esos vídeos, y sonreír por lo que tuvimos, por lo que nos lastimó y hoy dejó de hacernos sufrir.
No sé el resto del mundo,
pero cada año, cuando llega ese día especial, analizo todo aquello que me
rodeaba doce meses antes, analizo aquello que se fue y no regresó, pero también
aquello nuevo que me llena en mi día a día. Quizás por la madurez o tal vez por
la soledad más fiel es que valoro cada vez más a las personas que siguen
estando a mi lado en lo bueno y en lo malo, pero también a quienes irrumpen en
mi vida alborotando todo por completo y rompiendo mis esquemas hasta el punto
de reconstruirme de nuevo.
Durante estos 365 días, hubo noches en las que lloré por creer haber perdido algo importante, días en los que el sol no salía por miedo a la tormenta. Hubo semanas tristes creyendo que yo no era suficiente, y reconozco que aunque a veces existieran pensamientos negativos navegando por el desierto; sé que no perdí nada que valiera la pena, pues a veces es mejor dejar ir a quien nunca estará a tu altura y sé que después del invierno, llega la primavera, que con la tristeza entendí el valor de la alegría, que quien estuvo a mi lado ante tal amargura, hoy se lleva la dulzura que escondida fue capaz de llegar hasta los poros de mi piel y aquellos pensamientos, qué se yo en qué mar se ahogaron.
Así que hoy voy a por los 30 y siguiente, que no te de miedo llenar tu memoria, ese será tu bien más preciado, y todo, absolutamente todo lo que acontece, es igual de importante. Sea mejor o peor, tiene un sentido y es lo que te conducirá hacia la persona correcta.
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