Hay días en los que los minutos no pasan y el reloj se para, días en los que el tiempo juega a contracorriente y el sol se mantiene en el mismo punto de mira, acechándonos, amenazándonos con derrotarnos. Es en esta lucha constante, en la que a veces nos encontramos, donde tenemos que aprovechar para observar, para pensar, para disfrutar de esta helada que mantiene congelados los segundos, pues pronto todo se activará de nuevo y no podremos darnos cuenta de todo aquello que pasa a nuestro alrededor y cuando volvamos a mirarnos en ese espejo, todo será diferente.
El reloj de arena siempre transcurre aunque a veces parezca que vuela como calima y otras, que se hunde como el lodo. Al final, todo cobra sentido y todo tiene su equilibrio si somos capaces de adaptarnos al cambio, porque la espera siempre merece la pena. No olvides que la arena no es sólo desierto, sino playa, y que incluso la más grande e inhóspita estepa, puede tener un oasis cerca, pero a veces, la playa puede ser una isla desierta.
Aunque a veces puedas sentirte arrastrada en ese lodo, recuerda que la calma es lo que te sacará del barro; ten paciencia ante la adversidad.
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