Así decidí operarme para ver todo claro y nítido de nuevo, para no perderme cada momento, pero me di cuenta que el problema no estaba en la nitidez con que apreciaba cada palabra escrita, cada número, cada silueta en el horizonte; sino en el color. El color con que vemos las cosas hace que nos parezcan más tristes o más alegres. A veces su coloración nos entorpece para ver realmente lo más llamativo; otras, nos confunde por los prejuicios ya asimilados y sólo en raras ocasiones nos ayuda a tomar la decisión correcta.
Debe ser mágico poder apreciar y valorar algo independientemente de su color y más aún, ser capaz de discernir esos pequeños detalles cuando las tonalidades son tan parecidas. Como si mis ojos fueran los tuyos, hoy quiero ser capaz de divisar el matiz particular de cada pigmento, que no me confunda su intensidad; quiero dejarme llevar entre esa gama de colores y teñir el blanco sobre el negro.
Hoy quiero ponerle más color a la vida
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