Que capacidad para volver la vista atrás sin miramientos, valentía para tomar decisiones que cambiarán los sueños. Como un volcán que no avisa, entra en erupción, primera fase, que expulsa piedras negras como la furia que abarca en su interior. Terremetos que parecen no tener importancia se sienten hasta en la otra orilla del Atlántico. Este volcán no cesa su erupción, ruge a todas horas y no parece que vaya a calmarse. Cambia de fase y comienza a expulsar lava, recorridos llamativos, ardientes que queman todo en su camino, carreteras que antes llegaban a puerto, hogares que un día fueron felices, y cuando menos te lo esperas, se abre una nueva brecha en su cono principal, una brecha que de tanto llorar, no tiene lágrimas que expulsar, solo ceniza, gases tóxicos y pequeños rastrejos de lo que un día habitaba en su interior.
Así no deja de correr en su misión por llegar al mar, unir la
luz del atardecer con el fuego que le invade, no importa lo que arda a su paso,
solamente salir de su guarida para alcanzar el océano. Sabemos que hoy los
peces se marcharán de esas aguas cristalinas, pero también dicen que en algún
momento todo brotará de nuevo con más fuerzas, que la diversidad marina volverá
a su alcance con más fuerza, aunque eso no lo tengo tan claro hoy por hoy.
Por mucho que queramos, la destrucción llenó esta isla, la vida murió alrededor de esta montaña, mientras la efusividad de la misma continúa día tras día, mientras ves pasar los días. De esta forma vemos cómo para unos es un fenómeno maravilloso y adquieren la capacidad para apreciar su belleza, otros no podemos ni acercarnos a ese paisaje.
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