Viernes, una terraza abierta, gente pasando, amigos charlando a mi alrededor, una pareja paseando y entre el alboroto de lo que parece un día normal en Madrid, una silla frente a mi vacía, un café templado justo de leche, justo de azúcar. Un cigarro acompaña a la canción que suena por mis auriculares y mis pies se mueven al compás mientras el mundo sigue girando. No me importa lo que puedan pensar de esta niña alocada.
Quizás es el mejor café en mucho tiempo y esperando que todo aquí salga bien, solo puedo disfrutar de la mejor compañía que podría tener, yo. Ser capaz de silenciar el barullo y sentir la calma que necesito entre el agobio y estrés de una ciudad que no calla nunca. Ser capaz de respirar aire fresco entre la contaminación del ambiente.
Me da igual que me miren si desprendo paz, y que mas da si hoy soy un imán que atrae y mañana una criptonita a la que no se puede tocar. Me basta con seguir mirando al cielo como si fuera la primera vez que veo ese azul que enamora.
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