Un domingo cualquiera, el paseo con Simba de cada día, sofá y tarde de serie. Capítulo tras capítulo y las horas van acaeciendo. Por tu mente navegan los mismos pensamientos de siempre, otro día más, otra tarde igual y mañana volver a trabajar. Tu traje de noche alberga todas tus expectativas, pero a pesar de esta rutina y las ganas perdidas de no querer hacer nada, no existe nada más sano y más dulce que poder disfrutar de este tiempo así.
Volvería a repetir otro día así de perezoso, poder disfrutar
de esas manos que se entrelazan entre las mías, esas miradas pícaras para ver
quién se levanta a la cocina a pescar primero, esos pelitos que te rodean
porque al enano de la casa le parece más cómodo dormir sobre mis piernas que en
su cama o esa encantadora carita que me mira con pena porque también tiene
hambre.
Volvería a tener esa conversación en la cama antes de irnos
a dormir y a reírme al escuchar la risa de quien me acompaña en esta aventura
porque tiene cosquillas por todo el cuerpo. Volvería a escuchar la respiración
de mi pitufín al que el sueño siempre le puede y el placer de estar en buena
compañía, de un abrazo constante. Puede parecer un domingo cualquiera, pero no
cualquiera puede ser afortunado de las cosas pequeñas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario