Tantos miedos e inseguridades, tantos complejos del pasado y otros tantos que conviven en mi presente; pero... ¿cuántos de ellos formarán parte de mi día a día?
No hay persona que viva sin temor a perder algo, pero la forma de afrontarlo es lo que nos hace diferentes. Del mismo modo que cada cuál tenemos nuestra manera de responder ante los problemas, de asimilar aquello que nos trastoca en algún sentido. Así están aquellos que ante el dolor, sus lágrimas emergen como si de una avalancha se tratara, que necesitan hablarlo todo, abrir la presa constantemente; pero también estamos aquellos para los que el dolor es un muro que hay que saltar y es preferible guardar el agua en un embalse por si mañana hay sequía antes que abrir las compuertas cada dos días.
Lo cierto es que tarde o temprano todos debemos afrontar las adversidades del destino, elegir entre el camino de la derecha o el de la izquierda. En esto se basa nuestro día a día, en decisiones que marcarán nuestra llegada a la meta y la de aquellos que nos acompañan, pues como el efecto mariposa, todas nuestras acciones tienen su influencia en los demás, igual que los demás pueden hacernos cambiar o sentir las cosas de manera distinta.
Así nos ha pasado a más de una que sentimos la necesidad de ser perfectas, que somos tan exigentes con nosotras mismas que, a pesar de tener a nuestro lado a un hombre de verdad, que nos quiere, nos estima, nos valora... nos da miedo perderle. Nos comparamos con otras mujeres y nos menospreciamos hasta el punto de que si su plato favorito son unos huevos fritos con patatas, siempre veremos que otras pueden convertirse en ese menú y que sea light mientras nosotras nos sentimos como un plato de verduras con algunas calorías extra.
¿Por qué? Nunca me he preguntado por qué me he sentido así tantas veces, pues siempre he culpado a las experiencias que he vivido, pero parece que solamente aquellas negativas son las que nos dejan huella, mientras que todo lo que nos han enseñado muchas otras personas parece no tomar relevancia en esta cuestión. ¿Por qué? Porque lo más importante es sentirnos bien con nosotros mismos y con lo que somos para conseguir que no nos afecten las cosas negativamente, aprender a tomarse las cosas con filosofía y evitar los malos pensamientos/sentimientos y, si esto no es posible aún, conseguir ver el lado positivo entre tanta espina. Quizás no pueda verme aún como ese plato light de huevos rotos, pero una buena lasaña de verduras también le quita el hambre a cualquiera.